Muchos de nosotros desconfiamos de las prácticas ajenas a nuestra cultura y tradición, sobre todo de aquellas que destilan un aroma estrafalario y vagamente oscurantista. Inmediatamente pensamos en el espiritismo, la brujería, incluso el satanismo, torcemos el gesto y relegamos el tema al desván de lo inservible.
El problema de ésto es que matizamos muy poco y solemos meter en el mismo saco disciplinas que nada tienen de oscuras y menos aún de maléficas o peligrosas.
Como, por ejemplo, el Yoga.
El Yoga lo asociamos generalmente a unos escuálidos hindúes en taparrabos que efectúan rarísimas contorsiones y hacen un nudo con su cuerpo hasta el punto de darnos dentera, porque no tienen otra cosa mejor que hacer.
Una chifladura de supersticiosos fanáticos, vaya.
El Yoga, en realidad, es algo muy distinto. Es un conjunto, racional y sensato, de ejercicios físicos y técnicas de respiración y relajación, ideado para mantenernos en el mejor estado posible.
Y, hoy día, la mayoría vivimos lejos de ese nivel óptimo.
Nuestro cuerpo engorda, chirría, cruje y se endurece que da gusto. Es decir, degenera y envejece a pasos agigantados.
Tampoco nuestra mente funciona muy bien. Se siente confusa, insegura, agitada, temerosa, insomne, irritable, ansiosa, frustrada, insatisfecha, acosada por sus fantasmas particulares, vulnerable, a merced, muchas veces, de criterios y voluntades externas.
Para completar el feliz cuadro, nuestra psique va perdiendo estabilidad y da crecientes bandazos en las revueltas aguas de este mundo moderno tan complejo, caótico y despiadado. Y nuestro ánimo brujulea de modo inquietante entre la abulia teñida de hastío y rutina, por un lado, y la eufórica excitación consumista por otro. Entre las dos caras de la depresión.
Ante este panorama, el Yoga viene a ofrecernos a todos (sea cual sea nuestra edad y condición), la posibilidad de estirar y tonificar nuestros músculos, flexibilizar nuestras articulaciones, devolver la elasticidad a esos ligamentos oxidados, quemar grasas superfluas, conservar la fresca tersura de la piel, borrar las arrugas prematuras y prolongar la juventud.
Todo ello mediante sencillos ejercicios físicos lentos, suaves y cómodos, donde el esfuerzo no tiene lugar y la tensión se ve anulada de inmediato por una creciente relajación. Donde el movimiento placentero tiende a imponer su ley.
Esas aportaciones del Yoga se ven superadas, a menudo, en el nivel psicológico. Ya desde las primeras semanas notamos el avance de una fuerza interior, tal vez ignorada, que va abriéndose paso a través del desorden creado por los pensamientos agitados, las emociones contradictorias y las bruscas oscilaciones del ánimo.
A medio plazo, esa fuerza en expansión logra disminuir sensiblemente el tumulto, ahorrándonos sufrimientos.
Y, a largo plazo, muchas cosas cambian por dentro.
Se instaura un nuevo equilibrio, basado en una mayor conciencia de nosotros mismos y de cuanto nos rodea. Percibimos, hablamos y actuamos desde una creciente serenidad. Un profundo e íntimo bienestar nos hace menos dependientes de las cosas, de las otras personas, de las circunstancias. Discernimos mejor entre lo verdadero y lo falso, con lo cual ya no somos tan manipulables.
Empezamos a saborear nuevas vivencias, entre ellas la del silencio interior. Nos deleitamos, en particular, con una extraña sensación de paz, con un frecuente sentimiento de libertad.
Así, poco a poco, la vida adquiere otra perspectiva.
Juan Ignacio Herrera
(Artículo publicado en el periódico "Guía de Aluche").
8 comentarios:
Que buen artículo... Tan bueno y convincente que ya me está apeteciendo comenzar un curso de Yoga...!!!
Este verano voy a echar de menos las clases de Yoga. Ha sido el primer año que hacia Yoga, anteriormente había echo algo de Técnicas de relajación. Me ha venido muy bien el yoga este año, aunque alguna vez he tenido algún tiron en las piernas o trastornos en las cervicales al hacer la postura del arado, esta postura me aconsejo el medico que no la hiciera. Por mi miopatia mitocondrial, mis musculos son más fragiles de lo normal y tengo que hacer los ejercicios con cuidado. Pero a pesar de todo me ha beneficiado mucho hacer Yoga. Intentare hacer en casa aunque no hay nada como ponerte la obligación de ir a clase dos días en semana, porque en casa al final no encuentras tiempo para ponerte hacer Yoga. Y hasta Octubre no empiezan las clases, bufff… lo que queda. Un saludo Juan Ignacio y gracias por tus clases. Feliz verano.
JI dice:
Gracias, prima Carmen, por tu aprobación. Yo, desde luego, te lo recomiendo. Te pondrás aún más joven y guapa. Y conservarás mucho más tiempo ese empuje y entusiasmo que te caracterizan. En cuanto a tí, Susana, quiero animarte a practicar durante el verano. A ver si al final te puedo contar entre los que, a la vuelta a clase, respondan que sí, alzando la barbilla y el orgullo, a mi consabida pregunta. Abrazos para las dos...y para los que escriban después.
Interesante artículo.Felicito al autor.
Cercano a la jubilación, comencé a practicar YOGA con cierto interés.Hoy,diez años más tarde-y viendo los resultados obtenidos-me atrevo a recomendar su practica, a todas aquellas personas que se interese por una buena salud, tanto física como mental.
Gracias YOGA, y por supuesto, a los buenos profesores.MIRESA
Muy bien el artículo de yoga. Enedina
agradezco los nuevos comentarios recibidos de Miguel y Enedina, y os animo a seguir con la práctica q es lo que vale. abrazos juan ignacio
!Enhorabuena¡ a Juan Ignacio por el artículo. Me ha gustado mucho. Unas reflexiones muy buenas y convincentes sobre el Yoga.
gracias angelines, espero q lo practiques.
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