La vida a bordo durante la travesía por el Báltico

La temperatura del Jacuzzi era de más de 30º, en el exterior no pasaba de 21º, así que nos deleitábamos en las cubas calentitas para luego sumergirnos en el agua ambiente de las piscinas y poder nadar y pasar el rato. Todo esto mientras navegábamos hasta St. Petesburgo. 

Y después la piscina a temperatura ambiente que no pasaba de 20 ó 21*. Hay que mantenerse en forma....nada de tumbarse a la bartola, que si no las articulaciones y músculos se atrofian.

Una ciudad flotante, donde podías pasear en cubierta y contemplar el horizonte. Había dos piscinas como la que muestro. 

Unos niños nos enseñaron a jugar al minigolf...que bien lo pasamos, se puede disfrutar con cualquier cosa si tirnes abierta la curiosidad a cosas nuevas...

Y ni corta ni perezosa me subí a la moto, para la foto, quizás porque no me he subido a una de verdad, ni siquiera tuve bicicleta de niña. Nací en la posguerra.

El teatro era demasiado, platea de 500 pax y espectáculos musicales de alto nivel, como los de la Gran Vía de Madrid, cada noche uno de temática distinta, flamenco, parisino, londinense, belle epoque aleman, una maravilla, derroche de vestuario y ambiente extraordinario y deslumbrante. 

Y toda la velada música distinta en cada espacio, aquí piano, 2 violines y hasta un barítono interpretando arias de belle canto. Una delicia. 

Aún no había aprendido a filmar escenas iluminadas sin flash. Los decorados también eran magníficos.

Atracar y levar anclas era una de las cosas que no podías perderte, la estela y las aves que acompañaban al barco.....dejar la costa a lo lejos, avistar nuevos paisajes y todo con una perfecta estabilidad

Siempre encontrabas un rincón apartado, donde gozar en la intimidad de la contemplación marina y su inmensidad que te hace sentir insignificante, a pesar del gran trasatlántico.

La piscina para nosotros solos, la gente prefería los jacuzis calentitos.....